Daño y pérdida ( Psicología) - malentendido entre amigos

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Muchos individuos suelen sentirse asimismo heridos cuando pierden una amistad. Un malentendido entre amigos puede ser uno de los hechos más desgarradores y dolorosos de la vida.

Las amistades suelen quebrarse a menudo porque un amigo traiciona la confianza de que lo ha hecho objeto el otro. Dos amigos comparten la misma vulnerabilidad. Una amistad construida sobre una vulnerabilidad común puede ser estrecha y hermosa. Ambos amigos tienen puntos débiles semejantes, y cada uno trata de evitar herir al otro, del mismo modo que él no desearía ser herido


Los problemas surgen cuando un amigo no es capaz de aceptar una ofensa o pérdida y en lugar de ello hiere a su amigo exactamente de la misma manera, exactamente como se confiaba en que no lo hiciera. Traiciona la amistad y por traicionar una vulnerabilidad compartida, también se traiciona a sí mismo. Las heridas más grandes siempre tienen sus raíces en el hecho de que alguien haya actuado con poca honestidad. Este es el peor tipo de dolor, ya que al perder un amigo tan íntimo, sentimos como si hubiésemos perdido parte de nosotros mismos.

La manera de corregir tal situación consiste en desplegar una total sinceridad, permitir a un amigo expresar la profundidad de su dolor y al otro aceptar la culpa por su falta de sensibilidad, su imprevisión y su crueldad. Si un amigo no está dispuesto a admitir su propio papel al causar dolor, el otro amigo tiene todo el derecho de evitar mantenerse próximo a él. ¿Por qué habría una persona de buscar sentirse próxima a otra que lo ha herido profundamente, a menos que esta persona esté dispuesta a aceptar sus errores?

Quien posee tan poca intuición o responsabilidad explícita para sus actos, no es muy digna de confianza. Si le permitimos volver a acercarse sin haber alcanzado antes un nuevo nivel más sincero de comprensión, no haremos más que colocarnos en situación de ser heridos nuevamente.

En tal caso, sería oportuno, además, que nos preguntemos "por qué", ya que esta vez somos nosotros quienes nos exponemos solicitando la herida que según sabemos ya, habrán de inferirnos. Es una insensatez continuar una amistad tan dolorosa.

Sin duda, en una verdadera amistad ambos amigos saben que ocasionalmente herirán al otro o bien serán heridos por éste. Pueden aceptar este hecho no como una debilidad, sino como prueba de la condición humana dé ambos. No ven los sentimientos heridos como pretexto para interrumpir una amistad sincera.

Las pérdidas más difíciles de soportar son las que no es posible reemplazar, pues sólo cabe aceptarlas. La muerte de alguien amado resulta horrorosamente real, totalmente definitiva. Las palabras conciliadoras que quisimos decir alguna vez no pueden ser ya dichas. Las reparaciones que pensábamos hacer en nuestro amor no se materializarán nunca. Es demasiado tarde. Los únicos cambios que pueden tener lugar ahora están dentro de nosotros mismos y en nuestra actitud.

Mucho de lo que sucede en el proceso del duelo tiene que ver con la aceptación de la pérdida y con la comprensión de nuestro enojo por haber sido abandonados y dejados solos. Existe asimismo, con frecuencia, mucha culpa por haber sobrevivido al otro y al recordar antiguos conflictos que no resueltos entre la persona que vive el duelo y la persona amada perdida.

Cuando perdemos a alguien a quien amamos, tendemos a utilizar todos los mecanismos defensivos de que disponemos. En general, al oír la noticia de la muerte de un ser querido, la primera reacción es negar el hecho. El deudo suele repetir: "No, no, no," como si tratase de negar la realidad de la pérdida.

Los sentimientos de vacío y de aislamiento se hacen más profundos. La persona abrumada por la pena trata de controlar sus sentimientos, de limitar la pérdida y de circunscribir el duelo. Puede desear perder la razón o bien comportarse como si la hubiese perdido para obtener alivio a su pena.

En su mayoría los ofrecimientos simbólicos se efectúan antes, pero también después de sufrida la pérdida:"Que me muera yo en lugar de él, o de ella", por ejemplo. Se proponen tratos y promesas de reforma y purificación. Es inútil.

El dolor se intensifica y el deudo se encuentra tratando de fingir que esto no sucedió, o bien creyendo en la magia, siguiendo rituales ciegamente, haciendo cualquier cosa para mantener viva la esperanza y alejado el dolor. Tales recursos son muy frágiles y la pérdida, con toda su tristeza, comienza a hacerse sentir. Poco a poco se va agotando la energía, al serle quitada parte de ese mundo propio que amó una vez.


Libro: El lenguaje de los sentimientos

David Viscott








Marzo 2004